En las últimas décadas, los avances científicos y tecnológicos, han demostrado que el
conocimiento es fuente sustancial de riqueza en las economías más dinámicas y competitivas del
mundo. Y tanto en potencias tradicionales, como en potencias emergentes, el vínculo entre economía
y educación es fuerte. Paulatinamente las consecuencias del apogeo sobre la sociedad de la información y la
sociedad del conocimiento, fueron generando mayor interés sobre el avance hacia un nuevo paradigma
tecnológico y social, clave para la definición de políticas de investigación, educación e innovación.
Actualmente, la noción de sociedad del conocimiento se ha convertido en un marco de reflexión
necesario en la mayoría de los países desarrollados de la OCDE, y también en economías emergentes
como Brasil, Rusia, India y China. En potencias tradicionales como Alemania, Japón y Estados Unidos; y en potencias
emergentes como China, hay una inagotable motivación por invertir en investigación de alta
tecnología e innovación. Pero surge una pregunta: “…¿Cómo hacer posible la innovación?: educación,
educación, educación"
China está tratando de ampliar la capacidad de su sistema de educación superior y aspira al
mismo tiempo, a crear un número limitado de universidades de categoría mundial. Ésta meta puede
parecer audaz, pero China, tiene la voluntad y los recursos para alcanzarla. De hecho, ha formado el
mayor sector de educación superior en el mundo en sólo una década. El gobierno chino está gastando al menos 1,5% de su producto interno bruto en educación
superior, con el objetivo de impulsar a sus mejores instituciones, como las universidades de Pekín y
Tsinghua, a los primeros lugares de los rankings internacionales. En la última década, China duplico
el número de sus instituciones de educación superior, pero una característica del desarrollo de las
universidades en China es la búsqueda de la excelencia focalizada en pocos centros educativos.
http://www10.iadb.org/intal/intalcdi/PE/2014/14447.pdf